Reflexionaba Carlos Castaneda sobre las enseñanzas de su maestro, un guerrero trata íntimamente con su mundo, y sin embargo es inaccesible para ese mismo mundo. Lo toca ligeramente, permanece el tiempo preciso y luego se aleja raudo, sin apenas dejar rastro.
Un mundo por el que pasamos efímeramente, tomando decisiones constantemente, decisiones que creemos importantes, pero solo nos encierran en nosotros mismos, nos creemos únicos, importantes, nos atamos a superficialidades.
Nada me parece encomiable ya que nada creo más o menos importante. Nada me parece encomiable porque lo que siento realmente digno de ser elogiado está engendrado sin la esperanza de ser reconocido, porque les importa bien poco, aunque situaría el concepto de encomiable precisamente aquí, en la pureza que veo en algunas personas que dejan fluir su espíritu libre y claro.
“Y mientras libra su batalla, sabiendo que su intento es impecable, un guerrero ríe y ríe.”
Un mundo por el que pasamos efímeramente, tomando decisiones constantemente, decisiones que creemos importantes, pero solo nos encierran en nosotros mismos, nos creemos únicos, importantes, nos atamos a superficialidades.
Nada me parece encomiable ya que nada creo más o menos importante. Nada me parece encomiable porque lo que siento realmente digno de ser elogiado está engendrado sin la esperanza de ser reconocido, porque les importa bien poco, aunque situaría el concepto de encomiable precisamente aquí, en la pureza que veo en algunas personas que dejan fluir su espíritu libre y claro.
“Y mientras libra su batalla, sabiendo que su intento es impecable, un guerrero ríe y ríe.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario